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Panamá: Ejercicio ético en el quehacer público










Ejercicio ético en el quehacer público

Maribel Gordón C. / Economista / Vicepresidenta del FAD

Hoy mucho se debate en torno al ejercicio ético del quehacer público. Un abordaje ordenado exige considerar que se entiende por ético. Etimológicamente ética proviene del latín “ÉTHICOS” que significa “Carácter”, del vocablo griego “ETHOS” que significa “Costumbre/Hábito”; sin embargo, su definición no es tan fácil de establecer, dado el grado de subjetivismo que pudiera llevar implícita dicha concepción.

Esta concepción que alude a “costumbre/hábito” se mantiene a lo largo del devenir histórico, mientras la sociedad no estaba dividida en clases sociales (Comunidad Primitiva). A partir de la configuración de la sociedad de clases (Esclavismo al Capitalismo), el término ética se vincula a la concepción ideológica de la clase de poder económico. Es decir, se deja de actuar correctamente si el accionar atenta contra la moral del sistema imperante.

Así, en el marco del capitalismo globalizado neoliberal, lo correctamente ético es el individualismo, la competencia, la ganancia extraordinaria, el consumismo, el derroche energético, la depredación ambiental. En pocas palabras la supremacía del mercado. Para los neoliberales, lo éticamente incorrecto, es que el Estado participe directamente en la actividad económica, pues ello constituye una distorsión del mercado. Esa no intervención ha significado que el Estado deje de atender las necesidades sociales de la población (seguridad alimentaria, salud, seguridad social, educación, vivienda, acceso al agua potable, etc.). Como resultado de esta política económica se ha incrementado la pobreza en medio de la opulencia.

En ese mismo marco neoliberal, hoy la ética pública, tema que no es nuevo, aparece vinculado a la “lucha contra la corrupción”. En su lógica la corrupción es el resultado negativo de la ética pública. El abordaje de solución se queda en lo aparencial, no se combate su génesis, pues implica combatir la esencia misma del orden imperante.

Los neoliberales han centrado el “combate a la corrupción” en el marco de la institucionalidad formal, así la respuesta es “democratizar la función pública”, a partir de crear nuevas institucionalidades (Por ejemplo, ANTAI); imponer instrumentos de medición (rendición de cuentas/control social), establecer normativas (Código de Ética, Leyes de Transparencia, Leyes de Acceso a la Información); muchas de las cuales se constituyen en nuevos aparatos burocráticos, en meras cuantificaciones, en letra muerta. Una democratización que niega la participación de los pobres en la toma de decisiones, que no considera la participación social como Derecho.

La institucionalidad neoliberal deja de lado que la corrupción es presidida por un amplio espectro de impunidad. Buena parte de los delitos de corrupción no se detectan, no se investigan, no se castigan y existe complicidad con los círculos de poder económico y político.

Las consecuencias de la corrupción son innumerables y diversas. Las consecuencias pueden ser de un grado insospechable, por cuanto es un factor importante en el por qué los recursos del Estado no son suficientes para atender las necesidades básicas de la población.

En el 2014, el Frente Amplio por la Democracia (FAD), en su propuesta de gobierno 2014-2019, planteó la necesidad de “Gestionar una administración eficaz, eficiente y trasparente; caminar hacia la desburocratización y descentralización, a la evaluaciones de rendimiento y ejemplares sanciones al fraude y corrupción, donde exista la certeza del castigo y no la certeza de la impunidad”. Su señalamiento fue claro: “El Estado que tenemos es antagónico con el Estado que queremos y al cual aspiran todos los sectores y ciudadanos de amplia vocación democrática, de respeto a los derechos humanos, de normas éticas de conducta, de justicia, solidaridad…”. El Estado que tenemos refleja en la objetividad del análisis una real y horrorosa imagen de la sociedad que los sectores de poder encubren como gruesa hojarasca con falsedades, engaños y mentiras, dominio ideológico y miedo social.

No es posible hacer una transformación de fondo, que le devuelva el poder al ciudadano, al pueblo, mediante los mismos procedimientos instaurados por la partidocracia, utilizados para continuar controlando el poder del Estado y seguir engañando al pueblo panameño.

Es necesario construir una sociedad diferente a la existente tanto en términos cualitativos como cuantitativos, ello solo es posible mediante la convocatoria a una Constituyente Originaria Autoconvocada con plenos poderes.















Enviado el Martes, 10 mayo a las 06:50:53 por franckoi
 
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