Frenadeso Panamà
Fecha Lunes, 11 enero a las 18:42:06
Tema Frenadeso Nacionales


Juicio por el Asesinato del obrero Osvaldo Lorenzo.
El juicio iniciará a las 2:00 p.m. en las instalaciones de la Corte Suprema de Justicia en Ancón.

















La última foto

Esta es posiblemente la última foto en vida de Osvaldo Lorenzo.  Allí se ve su innegable actitud de valor y su mirada firme hacia los sicarios que, desde dentro de las instalaciones de la empresa Odebrecht, en el Proyecto Autopista Panamá-Colón, en Chilibre, disparaban de forma cobarde contra los obreros del SUNTRACS que pacíficamente defendían sus derechos laborales.

Instantes después caía herido de muerte.  Sus  desesperados compañeros intentaron socorrerlo, pero fue en vano.  Osvaldo Lorenzo, de tan sólo 36 años de edad, moría.

Seguramente sus últimos pensamientos fueron para su esposa Gladys y sus pequeñas hijas de sólo 4 y 14 años de edad; también para sus padres y hermanos, que desde tierras coclesanas habían llegado a Colón en busca de un futuro mejor.  Como muchos panameños humildes, muy poco era lo que poseían, sus tesoros más grandes eran la dignidad, la unidad y el amor familiar y la gran determinación de ganarse la vida con el trabajo honrado y decente.  Con orgullo llevaba el apellido del líder de la cholada coclesana y símbolo de la lucha del pueblo panameño, Victoriano Lorenzo, cuya frase «La Pelea es Peleando» es el grito de guerra del SUNTRACS y FRENADESO.

Quedaba truncada la vida de un joven obrero de la construcción, un panameño que como muchos se sacrificaba en duras faenas para con su sudor llevar el sustento diario y la felicidad a sus seres queridos.

Sus compañeros lamentaron profundamente su muerte.  Osvaldo Lorenzo se había ganado el aprecio y la admiración de ellos.  Sus preocupaciones por la seguridad laboral, su impulso al deporte, interesado siempre en la formación sindical y en la necesidad de aportar al fortalecimiento del SUNTRACS,  fueron hechos que lo llevaron a ser seleccionado por sus compañeros como representante sindical.  Su último trabajo fue en un proyecto de construcción en la Zona Libre de Colón.

Los asesinos ya habían dado muestra de lo que eran capaces

Sus asesinos actuaron frente a la Policía Nacional que nada hizo para evitar este crimen a pesar que ya los matones a sueldo que lo perpetraron habían, un día antes, apuñaleado a dirigentes del SUNTRACS, proferido todo tipo de amenazas contra periodistas y agredido a un reportero gráfico a quien le decomisaron su cámara fotográfica.  Algunas semanas antes habían amenazado de muerte a funcionarios del Ministerio de Trabajo que fueron al proyecto a corroborar las denuncias de la falta de medidas de seguridad. Todo esto fue registrado por algunos medios noticiosos.

Quienes de esta manera vil actuaban lo hacían bajo el nombre del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción y Perforaciones de Panamá (SINDICOPP), sindicato amarillo cuyo propietario es Aniano Pinzón, reconocido miembro de la seudo dirigencia obrera corrupta y traidora.  Los sicarios eran comandados por el delincuente de largo prontuario, Rogelio Ramos, alias Juana Peña, quien ha estado envuelto en otros casos delictivos.

Los criminales actuaban con total impunidad, a sabiendas de que eran protegidos por sectores de poder económico y los gobernantes de turno.  El Presidente Martín Torrijos, el Ministro de Trabajo, Reynaldo Rivera, la Ministra de Gobierno y Justicia, Olga Goltcher, y el Director de la Policía, Rolando Mirones, entre otros altos funcionarios y dirigentes del PRD, intentaron justificar el asesinato.

Fue el 14 de agosto de 2007, a plena luz del día, frente a numerosos testigos, periodistas y cámaras de televisión, cuando los delincuentes lanzaron su artero ataque contra obreros desarmados.  En los noticieros de ese día pudo apreciarse como en esa aciaga mañana los sicarios desarmaban a un guardia de seguridad para con su arma dispararles a los trabajadores.  De allí salió la bala que acabó con la vida de Osvaldo Lorenzo.

El SUNTRACS ya había denunciado la situación


Se comprobaba de esta manera las denuncias que venía haciendo el SUNTRACS en el sentido de que elementos de la patronal, en asocio con bandas de pandilleros y la complicidad de las autoridades, estaban introduciendo el sicariato en Panamá como forma de dirimir los conflictos laborales, tal como ocurre en otros países como Colombia con su consabido saldo de miles de dirigentes sindicales asesinados.  Dos días después, en Isla Viveros, allí donde el SUNTRACS había denunciado la contratación de sicarios del SINDICOPP por parte del empresario colombiano Gustavo De la Cruz, caía abatido el obrero Luiyi Argüelles por disparos efectuados por el Sargento Manuel Moreno, quien luego fue ascendido y pasó a forma parte de la escolta de Rolando Mirones.  La Policía intentó ocultar el arma homicida.  Seis meses después, el 12 de febrero de 2008, Eliseo Madrid, unidad lince de la Policía Nacional, asesinaba en Colón al prometedor dirigente del SUNTRACS, Al Iromi Smith, quien junto a sus compañeros de lucha exigían el cumplimiento de las medidas de seguridad laboral en la Construcción.  La brutalidad policial tenía como responsables a Rolando Mirones y al hoy mayor, Diego De León, ascendido a subcomisionado y nombrado bajo este gobierno de Ricardo Martinelli, jefe policial de Colón.

Gracias a la impunidad reinante en el país, Rogelio Ramos, alias Juana Peña, y algunos de sus compinches permanecieron libres hasta noviembre pasado, es decir más de 2 años después del asesinato, a pesar de existir orden de captura en su contra y haber sido llamado a juicio.  Como si fuera poca la burla que se le propinaba a la Justicia; persiguiendo el fuero electoral, el mismo Rogelio Ramos corrió como candidato a diputado por Colón, bajo el paraguas del Partido Liberal que apoyó la candidatura presidencial oficialista de Balbina Herrera del PRD.

Junto a otros de su banda, entre ellos Jacinto Padilla, implicado en el atentando a un Fiscal en Colón, reapareció el 1 de julio del año pasado, día de la toma de posesión del Gobierno de Ricardo Martinelli, en un proyecto en Rodman, con el fin de forzar a los trabajadores a afiliarse, bajo presión y amenazas, a su sindicato amarillo. Gozaba para ello de la complicidad de funcionarios del Ministerio de Trabajo y los propietarios de la empresa A&D-V&C Consortiun, S.A., cuyo representante legal es el colombiano Juan Carlos Monzón.  A pesar de las denuncias del SUNTRACS, la Policía siguió permitiendo la entrada al proyecto de los delincuentes encabezados por Rogelio Ramos, sin importarles, como hemos dicho, que pesaban sobre él orden de captura y llamamiento a juicio.

¿Qué poderes siguen protegiendo a Rogelio Ramos y sus secuaces? ¿Qué fuerza le impide a la Justicia actuar en debida forma?

El trato benevolente que recibió Juana Peña, contrasta con la persecución desatada contra el compañero Saúl Méndez por parte del Ministerio Público. El compañero Saúl fue llamado a juicio en base al falso testimonio de un reconocido delincuente que se presentó a la Procuraduría con un arma y 500 dólares que supuestamente se le habían dado para generar disturbios una vez concluyera la marcha de protesta convocada por FRENADESO y SUNTRACS, el 16 de agosto de 2007, ante los asesinatos de Osvaldo Lorenzo y Luiyi Argüelles.  El juicio se celebró el 29 de abril de 2008 y duró 9 horas.  El compañero Saúl fue absuelto de esta patraña.    Ni el delincuente de marras, ni las autoridades ni los falsos testigos que se prestaron para esta sucia maniobra, fueron sancionados.  Esta fue una prueba contundente del terrorismo judicial que se desataba contra la dirigencia obrera honesta y beligerante que había denunciado a los criminales, a las autoridades y a los empresarios cómplices.  Así opera la justicia en Panamá.  Mientras se persiguen a auténticos dirigentes sindicales, se protegen a criminales y delincuentes como Rogelio Ramos.

La justicia se somete a una dura prueba

Hoy, los tribunales están desprestigiados y son vistos con desconfianza por el pueblo, ocasión que pretende ser utilizado por los gobernantes de turno para ejercer un control absoluto sobre los poderes del Estado.  Por ello, con este juicio, la justicia se somete a una dura prueba.

Hoy les llegó la hora a estos criminales.  Hoy, 12 de enero de 2010, estarán sentados en el banquillo de los acusados.  Hoy, con el mismo cinismo e hipocresía de los torturadores y asesinos del régimen militar que segaron tantas vidas, aparecerán con una biblia bajo el brazo, siguiendo el guión que les ha dictado la defensa y la mafia a la que sirven.

Se olvidan que el pueblo ya conoce de estos actos teatrales y que ese Dios que ahora invocan, como dijo el obispo mártir de El Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, proclamó la sacralidad de la vida y en su quinto mandamiento ordenó: ¡No matarás!

Intentarán intimidar y chantajear a los jurados, abogados y jueces.  Sin embargo, esperamos que se haga Justicia y que los asesinos sean condenados.  Sabemos que ello no le devolverá la vida a Osvaldo Lorenzo ni reparará la terrible tragedia que ocasionaron los criminales, pero al menos ayudará a aliviar un poco el inmenso sufrimiento causado a esta humilde familia.

De esta manera los sicarios y los poderes constituidos estarán advertidos.  Que nunca más se vuelva a derramar sangre, dolor y lágrimas para sofocar las justas protestas de los obreros, ni se contraten sicarios para actos tan infames.

Hoy, esos ojos en la última imagen de Osvaldo Lorenzo, mirarán de manera acusadora a los asesinos que serán juzgados.  Son ojos que acusan pero también transmiten la esperanza de que este Tribunal sea capaz de hacerle Justicia a un panameño sencillo, honesto, valiente y trabajador.

Osvaldo Lorenzo es símbolo de heroísmo de la clase obrera panameña.  Su nombre se inscribe en la lista inmortal de los héroes y mártires del pueblo panameño.  Osvaldo Lorenzo, Luiyi Argüelles y Al Iromi Smith son ejemplos dignos a imitar por la clase trabajadora.

«Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra.»  José Martí.

Panamá, 12 de enero de 2010.




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